Un teleférico de 6,3 kilómetros, que atraviesa el cañón del Chicamocha, une a La Mesa de los Santos con el parque temático Panachi. /
A 259 kilómetros al sur de Cúcuta, y en la parte más alta del cañón del Chicamocha, se encuentra el municipio de Los Santos (Santander) que es donde más tiembla en Colombia y en el que se originan la mayoría de movimientos que se sienten en Norte de Santander.
A pesar de que la capital nortesantandereana está rodeada de fallas activas como las de Boconó y Tasajero, que han ocasionado sismos de gran magnitud, la mayor cantidad de esas sacudidas ha tenido como epicentro a Los Santos.
Tras recorrer una ‘serpenteante’ carretera de 63 kilómetros que separan a Bucaramanga de Los Santos, en un recorrido de 90 minutos en automóvil, se llega al municipio situado en el segundo nido sísmico del planeta, después de la región del Hindu Kush (Afganistán) y superando a los famosos montes Cárpatos (Rumania).
En el pequeño y caluroso casco urbano residen 1.300 personas en 453 viviendas construidas, en un 80%, en mampostería, ladrillo y cemento. En el 20% de las edificaciones -todas de una sola planta- se observa la técnica de la tapia pisada (bloques de tierra compacta) con la que los antepasados construyeron las primeras casas.
Los restantes 14.000 habitantes del popular pueblo residen en 29 veredas donde los cultivadores de tabaco, tomate, café de exportación, patilla, melón y piña conviven con los propietarios y usuarios de lujosas cabañas, restaurantes, hoteles, huertas agroecológicas, una estación del teleférico y clubes de todo tipo que han jalonado el turismo.
Las casas de descanso se encuentran en las veredas más altas donde el clima es más benigno y la temperatura no supera los 20 grados centígrados, en el día.
Contrario a lo que muchos pueden considerar, a los santeros no los trasnochan los temblores, a pesar de que en un solo día los sismógrafos de la región puedan detectar entre 12 y 20 movimientos, la mayoría imperceptibles pues ocurren a más de 150 kilómetros de profundidad.
Cándido Celis Alfonso, de 81 años, recorre las calles del pueblo buscando trabajo “en lo que salga” para conseguir los medicamentos que requiere su esposa de 90 años, le narró a La Opinión que el temblor más fuerte que ha ocurrido en Los Santos fue el del 29 de julio de 1967, cuando colapsó la capilla del cementerio.
“Fue un susto monumental y es de las pocas veces que he visto que la gente salga de sus casas porque como la mayoría de los temblores no son tan intensos, no nos alteramos y seguimos nuestra vida normal”, dijo el santero mientras jugaba 2.000 pesos al chance y recordaba que fue arriero y manejó una mula “pero de cuatro patas”.
Sin rastros de los temblores
Don Cándido le jugó al chance el número 0310 en “homenaje”, según él, a los dos temblores más intensos que el nido sísmico ha originado en los últimos ocho años.
Como si se tratara de un juego del destino, dicen los santeros, el 10 de marzo del 2015 y el pasado 10 de marzo del 2023 Los Santos vivió los dos sismos más fuertes que sacudieron gran parte del país, incluyendo municipios de Norte de Santander y Venezuela.
Mientras en 2015 marcó una magnitud de 6,6, el de este año fue de 5,9, con profundidades de 161 y 157 kilómetros, respectivamente. Los dos sismos tuvieron una duración cercana al minuto, según el Servicio Geológico Colombiano.
Con el movimiento telúrico del 2015 la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres reportó un herido y daños en infraestructura en Santander, Norte de Santander, Antioquia, Boyacá, Casanare, Cundinamarca, Risaralda, Tolima, Valle del Cauca, Atlántico y Bogotá.
Las consecuencias de ese sismo incluyeron 42 viviendas destruidas y afectación en otras casas, cinco centros de salud, seis escuelas y 27 centros comunitarios (incluyendo edificios gubernamentales e iglesias). Los municipios más afectados fueron Betulia, vecino a Los Santos, y Rionegro.
En términos de transporte y telecomunicaciones, se presentaron interrupciones temporales de comunicaciones en Bucaramanga y obstrucciones temporales en la vía de acceso a Ocaña y Cúcuta – Pamplona, y afectaciones leves en los aeropuertos de Bucaramanga, Cali y Bogotá.
Tal y como sucedió hace ocho años, en Los Santos tan solo se presentaron algunas fisuras en menos de diez viviendas, de acuerdo con el reporte de la Alcaldía.
Óscar Javier Peña, secretario de Gobierno del municipio, dijo que en varias oportunidades los santeros se enteraron que habían sido epicentro de los sismos por las llamadas de los familiares de otras regiones del país y del exterior que presurosamente los ubican para preguntarles qué ha pasado.
“Particularmente no sentí el temblor del pasado 10 de marzo. Algunos turistas que llegan hasta el casco urbano preguntan a las personas que se encuentran en las calles cómo se vive acá”, agrega el funcionario.
Ciencia vs creencias populares
A tan solo una cuadra de la Alcaldía, donde se encuentra inactivo el sistema de alarma ante un sismo -hace un año se averió-, Adriana Lucía Díaz, de 21 años, esperaba con su hijo de tres años a los familiares con los que se desplazaría hasta la vereda La Laguna.
Alimentando a su niño, Adriana comentó que, en su caso, siente entre uno y dos temblores leves a la semana, admitiendo que hay personas más sensibles que pueden sentir más movimientos telúricos al día.
Al igual que don Cándido, la joven mamá comparte teorías populares de que entre más temblores se registren menos preocupación deben sentir “porque se está liberando energía permanentemente, sumado a que Los Santos se encuentra sobre roca sólida”.
El geólogo Francisco Velandia, quien laboró durante dos décadas en el Servicio Geológico Colombiano -antes Ingeominas- y es docente de la Escuela de Geología en la Universidad
Industrial de Santander (UIS), dice que los santeros, en parte, tienen razón pero no deben descartar que en cualquier momento se presente un sismo de gran magnitud.
“Como no tenemos mucha certeza de por qué se ha producido el nido, y todos los días ocurren sismos, no sabemos cuándo pueda ocurrir un sismo de gran magnitud. Es bueno que se libere energía, pero no podemos descartar un terremoto”, advierte el geólogo.
A esta situación se suma el hecho de que cerca al nido sísmico se encuentra la Falla de Bucaramanga. “Cuando esa falla se ha movido las evidencias geológicas muestran que han sido sismos de mayor magnitud cercano a 7 y muy superficiales. Se hicieron estudios en depósitos cuaternarios que se forman allí y se ha determinado que ocurrieron varios sismos”, agrega el experto.
Velandia explica que el nido sísmico se presenta por una interrelación de placas tectónicas que se han hundido, es una corteza que los expertos llaman de tipo oceánico, siendo un material más pesado que contiene más hierro y es más denso.
Mientras la geología y la sismología no han podido reunir en el planeta la suficiente información y técnicas para predecir temblores, en Los Santos la mayoría de sus habitantes coinciden en que segundos antes de que se registre un sismo es común escuchar a los perros ladrar en forma repetitiva.
Jorge Rodríguez, campesino del sector de La Purnia, y una funcionaria de una entidad nacional, que llegó hace un año al pueblo y solicitó la reserva de su nombre, dijeron ser testigos del comportamiento de los perros momentos antes de que ocurra un movimiento telúrico.
“En el temblor del pasado 10 de marzo, que ocurrió a las 4:18 de la mañana, me despertaron los perros de varios vecinos y a los pocos segundos comenzó a temblar fuertemente. Salí corriendo de mi habitación, pero al ver que era la única persona alterada -nadie más salió- regresé a la cama”, revela la mujer.
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Atención de emergencias
En Los Santos, cuyo nombre tiene su origen en la quebrada La Santera, la Defensa Civil no tiene sede, la sirena que alerta a la comunidad de posibles temblores no funciona y el hospital no es sismorresistente.
Ante este panorama, Jorge Becerra, quien vive en una de las cabañas de la parte alta de la población, considera que al municipio le falta contar con buenas herramientas y planes de respuesta ante cualquier situación que pudiera generar un temblor de magnitud considerable.
“Llegué a vivir en la cabaña durante la pandemia y aunque no puedo desconocer que la tranquilidad y facilidades que nos ofrece la Mesa de los Santos son insuperables, no deja de preocupar que un sismo fuerte produzca hechos que lamentar. He sentido varios temblores pero, por ahora, tan solo uno (10 de marzo pasado) me generó algo de temor aunque la casa es simorresistente. Somos conscientes que puede ocurrir un terremoto pero esperamos que Dios nos siga protegiendo y de algo tiene que servir que el pueblo se llame Los Santos (risas)”, añade el ingeniero civil.
Actualmente se está construyendo un nuevo hospital que sí será sismorresistente, algunas adecuaciones en la Alcaldía y nuevos salones en el principal colegio también cumplen con las normas antisísmicas, pero la mayoría de las viviendas en el casco urbano y casas de los campesinos en las veredas no fueron construidas con técnicas antitemblores.
Para conocer qué planes y estrategias se adelantan desde la Gobernación de Santander para contrarrestar las situaciones adversas, La Opinión buscó en varias oportunidades al director de la Unidad Departamental de Gestión de Riesgo, Fabián Vargas, pero el funcionario no respondió los reiterados llamados de este medio.
Pero quienes sí cuentan con sede, que está en remodelación, y entrenamiento suficiente para atender cualquier emergencia son los 12 bomberos en servicio y 20 voluntarios que apoyan el trabajo de los titulares.
La labor de los socorristas se financia gracias a una sobretasa bomberíl, según lo contó Jorge Eliécer Serrano, subcomandante de la estación.
A pesar de contar con los insumos para responder a situaciones que se pueden presentar en los sismos, los uniformados, hasta hoy, no han tenido mayor trabajo con los temblores.
“El 10 de marzo pasado, en el temblor más fuerte que se ha registrado en los últimos años, no hubo llamadas de emergencia ni se presentaron daños”, manifiesta Serrano.
La situación que ocupa la mayor parte del tiempo de los bomberos es la distribución de agua potable a las veredas, pues en esta zona del cañón del Chicamocha escasean las fuentes hídricas.
Los bomberos cuentan con cuatro máquinas, pero dos de ellas -cisternas-, con capacidad para 13.000 y 10.000 litros, las usan para comprar en Piedecuesta, en el área metropolitana de Bucaramanga, el agua potable que posteriormente transportan a las veredas y, eventualmente, al casco urbano.
En las épocas más secas del año los bomberos distribuyen su tiempo entre la distribución del agua y apagar los incendios forestales.
Zona turística
Mientras en el casco urbano poco se ve la inversión oficial y privada para generar turismo, en las veredas altas situadas en La Mesa de los Santos pululan los restaurantes, cabañas sismorresistentes, conjuntos cerrados, un club náutico, glamping, planes de senderismo por el cañón del Chicamocha en caminos construidos por los desaparecidos indígenas guanes, huertas orgánicas y un particular mercado campesino elaborado con piedras, tierra, melaza, madera y guadua.
La figura cóncava de los locales del mercado y la forma piramidal de una gran estructura en tapia pisada construida allí no fueron dispuestas al azar, sino después de un estudio para soportar de manera natural los permanentes sismos.
Óscar Iván Chaparro, secretario de Planeación de Los Santos, comenta que ante el ‘boom’ turístico y la acelerada construcción de entre 8.000 y 12.000 viviendas de descanso, el municipio, de categoría sexta, se vio en la necesidad de ejecutar una actualización catastral.
“El presupuesto de este año fue de $29.000 millones y lo que más nos genera recursos son las licencias de construcción y el impuesto predial”, revela el funcionario.
En La Mesa también se encuentra una estación del teleférico donde se pueden abordar las 40 cabinas que tras un recorrido de 6,3 kilómetros, por el cañón, llegan al Parque Nacional del Chicamocha.
En los 14 años de funcionamiento del atractivo turístico el teleférico no ha reportado ningún incidente con los temblores que a diario se registran en la zona donde se han encontrado piezas de arte rupestre, pictogramas de los primeros habitantes del cañón y fósiles de animales marinos porque hace 130 millones de años, en la era cretácica, la región era mar.
“Lo que se ve en el cañón es efecto de la falla de Bucaramanga que empieza en Santa Marta y termina en Boyacá. Gran parte del cañón del río Chicamocha fue moldeado por las fracturas asociadas a esa falla y también por el clima. Allí hay unas rocas metamórficas de más de 1.000 millones de años”, concluye el geólogo Francisco Velandia.
Isabel Rueda, una harlista que en compañía de su pareja llegó hasta Los Santos para recorrer uno de los caminos de los guanes, dice que “en realidad uno como turista no piensa mucho en los temblores”.
Redacción Por Félix Leonardo Quintero
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