Las imágenes inéditas de Carlos Rodríguez, el recordado Fotoreporter, muestran el brillo de las tres décadas en las que la ciudad creció, brilló y soñó en grande.
Durante más de tres décadas, el costado noroccidental del Parque Berrío estuvo dominado por la elegante figura del edificio Olano. Famoso por ser el primer edificio de Medellín en tener ascensor, el lugar abrió sus puertas en 1922 y en sus años de esplendor alojó varios cafés y bares que fueron punto de encuentro para tertulias. Desapareció en la década de 1960 con la ampliación de la carrera Bolívar. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
La calle Pichincha, a la altura de su cruce con la carrera Carabobo, fue el epicentro de una revolución comercial que transformó a la Medellín de mediados del siglo XX. Esta foto colorizada por Jossi Barbosa con inteligencia artificial, se utilizó la herramienta Palette. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
La calle Pichincha, a la altura de su cruce con la carrera Carabobo, en donde a mediados del siglo XX abrieron sus puertas los primeros almacenes de venta por departamentos que hubo en Medellín: el Tía, El Caravana y el Ley. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
La antigua Plaza de Mercado Cubierto de Guayaquil en los negativos de Rodríguez, años antes del incendio ocurrido en la madrugada del 7 de abril de 1968, que marcó el inicio de su desaparición. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
Ubicado en el cruce entre la carrera Palacé y la calle Boyacá, a un costado de La Candelaria, el edificio Constain es una de las pocas construcciones de estilo republicano que se ha mantenido en pie en el costado oriental del Parque Berrío. Fue erigido entre 1915 y 1918, con diseños del arquitecto Enrique Olarte. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
Carrera La Alhambra, en el tramo comprendido entre las calles Amador y Maturín. Además de las edificaciones, que hoy siguen en pie pese a las transformaciones de Guayaquil, se ve un antiguo camión escalera del cuerpo de bomberos de Medellín. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
Trabajos de cobertura de la quebrada Santa Elena, que comenzaron hacia la década de 1920 y que tardaron más de tres décadas en concluirse. Esta última da cuenta de la transición que durante la primera mitad del siglo XX sufrió la zona aledaña a la quebrada más importante del centro histórico de la ciudad, que pasó de ser un eje arborizado rodeado de las quintas más lujosas de la élite, a la amplia Avenida La Playa. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
Apuntando su cámara hacia el occidente, Carlos Rodríguez captó esta escena de la vida cotidiana de la Medellín de mediados del siglo XX. La imagen corresponde a la Avenida Primero de Mayo, entre las calles Junín y Palacé, ya entonces con el teatro Metro Avenida, una de las salas de cine más famosas del centro de la ciudad. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
Viejo puente de la calle Colombia sobre el río Medellín, en una imagen captada mucho antes de que este paso, el más importante durante siglos para conectar al centro de la ciudad con la Otrabanda, se convirtiera en un gran intercambio vial. A la izquierda logra verse el Circo España, ubicado entre las calles Caracas y Perú y las carreras Córdoba y Girardot, entonces el lugar por excelencia para los espectáculos masivos en Medellín. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
En los negativos de Rodríguez pueden apreciarse las transformaciones y la vida cotidiana de varias calles de la ciudad, como por ejemplo la Avenida Primero de Mayo, en la que quedaron captados varios vehículos estacionados del antiguo tranvía eléctrico. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
Concentración política en la Plaza de Cisneros hacia la década de 1950. Aunque en los negativos y los cuadernos de Rodríguez no quedó consignada la fecha exacta del evento, una pancarta con la imagen de Jorge Eliécer Gaitán acompañada de la frase “Padre libertador y mártir” da cuenta de que la fotografía fue tomada posterior al asesinato del caudillo liberal. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
Tramo de la carrera Palacé entre la Avenida Primero de Mayo y la calle Boyacá, hacia la década de 1950. En la parte derecha de la imagen, tomada en dirección sur, logra verse la entrada del desaparecido Café Londres, que, pese a no ser un lugar célebre para la élite, destacaba entre los demás por la calidad de su servicio. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
Vista de la carrera Palacé, mirando hacia el norte. FOTO: CARLOS RODRÍGUEZ - FOTO REPORTER / ARCHIVO DEL CENTRO DE INFORMACIÓN PERIODÍSTICA DE EL COLOMBIANO
Un tesoro documental, hasta ahora inédito, nos lleva a caminar por la Medellín de hace un siglo, cuando la ciudad vivía sus años mozos, cuando era la tacita de plata. Fue una efímera época de esplendor en la que nacieron las grandes empresas, se construyeron los primeros ‘rascacielos’, se abrieron teatros, cafés, heladerías, hoteles, tiendas por departamentos con escaleras eléctricas, y hasta el ferrocarril y el tranvía asomaban repletos por la esquina del Pedrero y de la plaza Cisneros.
Esa Medellín de los años 30, 40 y 50 tiene un testigo de excepción, el reportero Carlos Rodríguez, el legendario Foto Reporter, pionero en capturar con su lente la transformación de la ciudad, los hechos que la conmocionaron y las escenas de la vida cotidiana en las calles. Inmortalizó la esencia de la gente y su tiempo.
Más de 10.000 imágenes de Foto Reporter reposan, como joyas, en 14 libros de contabilidad. Él mismo pegó las miniaturas, las marcó con lapicero azul y les puso números no consecutivos para ubicar el negativo correspondiente.
Parecen los álbumes que están guardados en la casa de la abuela y que cada tanto las familias se reúnen para abrirlos, para recordar y vivir. Este archivo hace parte hoy del Centro de Información Periodística de EL COLOMBIANO que custodia las memorias de esa Medellín adolescente, que también tuvo veinte años y un corazón vagabundo.
Se sabe por el libro que escribió Ricardo Aricapa sobre la vida de Carlos Rodríguez que sus primeros pasos en la industria periodística se dieron en los periódicos El Bateo y El Correo de Colombia, a los que llegó ofreciendo sus conocimientos de tipografía. Sin embargo, fue en El Heraldo de Antioquia, al que entró con 20 años, en donde empezó a formarse como reportero gráfico. Transcurría la década de 1930 y la fotografía era ya un elemento indispensable para los periódicos, que entonces ya no solo se ocupaban de la política, sino de la vida social, cultural y deportiva de la ciudad. La primera foto que publicó Rodríguez fue en 1934, durante una visita del presidente Alfonso López Pumarejo a Medellín.
En El Heraldo estuvo como fotógrafo de planta hasta 1941, cuando pasó a trabajar en la Oficina de Detectivismo, una dependencia oficial que hoy sería una especie de unidad de criminología de la policía judicial. Allí reseñaba a los detenidos, iba a las cárceles y al anfiteatro. Su compañero en ese trajín era Libardo Parra Toro, más conocido como Tartarín Moreira, quien se encargaba de delinear con tiza la ubicación de los cadáveres en las escenas del crimen.
Rodríguez trabajó en la Oficina de Detectivismo hasta 1949, cuando lo echaron después de una purga de liberales. Eran los peores años de la Violencia política. Entonces, Carlos se metió de lleno en uno de sus sueños, la agencia Foto Reporter, que había fundado años atrás en una oficina ubicada entre la Avenida Primero de Mayo y Maracaibo, muy cerca del estudio de Melitón Rodríguez.
El ocaso de Foto Reporter empezó en los 70, cuando los grandes periódicos empezaron a acaparar el monopolio del mercado. Su archivo, calculado en más de 320.000 registros, sobrevivió principalmente porque EL COLOMBIANO le compró 10.000 fotos con sus negativos. También hubo un intento para que el Concejo de Medellín le comprara fotos en 1975, pero el tesoro municipal le envió una carta diciéndole que no había plata. Rodríguez, desengañado, tiró un gran paquete de fotos al río Medellín. Otro tanto las compró la Gobernación en 1987 y hoy reposan en el Archivo Histórico Departamental.
Rodríguez estuvo hasta el final de sus días con sus trajes elegantes y con una cámara Kodak a la mano. Murió en septiembre de 2009 a los 96 años en el barrio Robledo.
Ciudad del relumbrón y neones
Pasar las páginas de los álbumes de Foto Reporter es un viaje al pasado, un recorrido por la Avenida Primero de Mayo en los coches del tranvía eléctrico, una visita al desaparecido Café Londres en Palacé, una caminata por el Parque de Berrío para admirar la belleza del demolido edificio Olano, una tarde de compras en el Tía o El Caravana, en Pichincha, o escuchar las arengas, entre banderas rojas, de una manifestación política en la plaza Cisneros.
Esa fue la época de esplendor de Medellín, los años en los que las industrias brotaban como espuma del revuelto mar, como decía el empresario Enrique Echavarría. Ya entrados los 20, en Medellín había más de 70 industrias que producían cigarrillos, granos, bebidas, libros, tejidos, gaseosas, empaques y fósforos. Esas empresas crecieron y convirtieron a la ciudad en un polo económico nacional.
El arquitecto Luis Fernando González Escobar cuenta que hasta ese momento hubo cierta concertación de fuerzas cívicas y políticas para tratar de planificar la ciudad, intención que quedó plasmada en el Plano Medellín Futuro de 1913, el primer proyecto para organizar la incipiente ciudad, cuando apenas vivían 66.000 habitantes. Ese Plano fue superado por el vertiginoso crecimiento urbano y muchas de sus ideas quedaron en el olvido.
Ya en los 30, con la locomotora industrial a tope y las tensiones políticas al rojo vivo por el tránsito de la República conservadora a los gobiernos liberales de Olaya Herrera y López Pumarejo, esa concertación se evaporó y hubo un gran vacío planificador, salvo las ideas de proyectos específicos y detonantes que bosquejó Pedro Nel Gómez, quien por allá en los 40 propuso un gran parque que tuviera como eje el río y se uniera con la Universidad Nacional, los cerros Volador y Nutibara y el Jardín Botánico, a imagen de los ejemplos que en ese momento eran París y Washington.
Las élites se dedicaron a crear empresas, a construir teatros, comercios y heladerías, y a levantar los primeros ‘rascacielos’, como el Edificio Henry, en Boyacá con Bolívar, el primero en tener seis pisos, dos más que su rival vecino, el Edificio Olano. La economía floreciente, el comercio, las luces y hasta un sistema de transporte que hoy envidiamos, con tranvías eléctricos y líneas del ferrocarril, generó una enorme atracción de personas del resto de Antioquia. Medellín se convirtió en la promesa de un pequeño sueño americano, tanto que de 54.000 habitantes en 1905 pasamos a 168.000 en 1938.
Hay una explicación muy precisa de lo que sucedió en ese momento, en el texto Crecimiento y cambio social en Medellín 1900-1930, de Constantine Alexander Payne. Cuenta Payne que Antioquia siempre se distinguió del resto de Colombia porque ofrecía una estructura social más flexible que permitía el acceso a la élite a quien escalara por cuenta propia en la minería, la agricultura, el comercio o la ganadería.
Por eso gran parte de la élite industrial y comercial de los 30 habían sido antes pequeños comerciantes pueblerinos, cultivadores de café y hasta arrieros. Fueron aterrizando en Medellín, en oleadas sucesivas, desplazando el dominio de la élite comercial tradicional, que a su vez, años atrás, había reemplazado la élite colonial.
A ellos se sumaron los hijos de las personas acomodadas del campo a estudiar en colegios y universidades, las clases bajas que vinieron a buscar trabajo en fábricas y talleres artesanales, y el resto a probar suerte desde el rebusque.
Entonces, Medellín creció como espuma. La aparición del ferrocarril y la construcción de las líneas del tranvía en los años 20 desarrollaron el nororiente y parte del occidente porque tendieron conexiones directas entre el Centro y los lugares periféricos donde vivía la emergente clase obrera. Para 1923, el tranvía ya tenía 12 carros y movía más de 9.000 personas al día en sus cinco líneas que iban a la América, Buenos Aires, Manrique, el Bosque —hoy el Jardín Botánico— y Moravia.
Después se abrieron recorridos hasta Robledo, El Poblado y Belén, hecho que impulsó el crecimiento de la mancha urbana, además, para los 40 ya se habían terminado las obras de canalización del río que permitieron acabar con los campos de inundación y los suelos pantanosos de la margen occidental.
En la primera mitad del siglo la población urbana creció siete veces, hasta llegar a 358.000 habitantes en 1951. Medellín, poco a poco, fue absorbiendo al resto del departamento.
El arquitecto González Escobar dice que por eso no está de acuerdo con las tesis dominantes que explican ese crecimiento demográfico por factores de expulsión de la ruralidad, como la violencia en los campos, sino que la promitente ciudad fue un factor de atracción por su rápida industrialización. Y menciona un argumento revelador, esta también fue la época del surgimiento de la radio, los radio teatros y la industria musical.
Las ondas hertzianas —precisa González— se convierten en un promotor de esa ciudad del relumbrón, de los neones, del espectáculo. Se promocionó un imaginario, un sueño llamado Medellín, y eso atrajo oleadas de personas.
La ciudad de esos tiempos, de esas tensiones, de ese éxodo campesino, fue la que retrató en detalle Carlos Rodríguez. Y sus registros son valiosos porque muchas de las escenas solo perviven en los negativos que guarda nuestro Centro de Información Periodística. La aparición después de los 60 de los edificios de mayor altura, la construcción de obras públicas y la ampliación de las calles terminaron llevándose por delante los edificios de los años 30 y los 40, incluido el Teatro Junín.
La ciudad de Foto Reporter fue la que se llevó el ensanche y la que ahora podemos descubrir, incluso colorizada por la inteligencia artificial, en esta colección patrimonial que publicamos en estas páginas, como un álbum de la casa de la abuela en el que recordamos de dónde venimos cuando Medellín tenía 20 años.
Carlos Rodríguez, un reportero de suelas gastadas
Nacido en Yarumal en 1913, Carlos Rodríguez terminó convirtiéndose en uno de los reporteros gráficos más prolíficos de Medellín, no solo por ser uno de los primeros, sino por capturar con su lente temas tan diversos como las transformaciones de la ciudad, los acontecimientos políticos que la conmocionaron y escenas de la vida cotidiana. El cronista Ricardo Aricapa, quien escribió una biografía suya en 1999, cuenta que sus primeros pasos en el mundo periodístico los comenzó a dar cuando apenas tenía 20 años, inicialmente en periódicos como El Bateo y El Correo de Colombia, pero sobre todo en El Heraldo de Antioquia, del que recibiría su primera cámara para recorrer las calles de Medellín, una contax alemana con capacidad para rollos de 36 exposiciones.
Aunque durante la década de 1930, Rodríguez empezó a forjar su mirada, fue en la década de 1940, siendo empleado de la oficina de detectivismo, que fundó en su tiempo libre la agencia Foto Reporter, que se convirtió en el lente predilecto no solo de periódicos paisas como La Defensa, EL COLOMBIANO y El Correo, sino de otros medios del país como El Tiempo, El Espectador, Cromos, El Siglo, entre muchos otros.
En su obsesión por recorrer las calles de la ciudad en busca de sucesos, por pura cuestión de azar, Rodríguez fue el único fotógrafo que captó en abril de 1948, cómo se vivieron en Medellín los momentos del Bogotazo que, al igual que en la capital, terminó en destrozos e incendios. Además de esos sucesos, el Foto Reporter también compendió gran parte de los crímenes que conmocionaron a la Medellín de la época, su vida social, sus espectáculos deportivos y sus cambios urbanos, como la desaparición del sistema de tranvías, la construcción del Hotel Nutibara y el edificio de La Naviera, entre otros.
Pese a que en la década de 1970 Foto Reporter empezó a desaparecer, Rodríguez nunca dejó de tomar fotografías. Hasta el día de su muerte, un 25 de abril de 2009, sus amigos lo recordaron por no abandonar una cámara Kodak con la que seguía retratando la ciudad y portando con orgullo elegantes trajes.
Gracias a El Colombiano por excelente publicacion
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