La reciente polémica en Francia por un Ginecólogo que se negó a atender a una mujer trans, argumentando que él "se ocupa de mujeres de verdad", es apenas la punta del iceberg.
Fue a mediados de 2018 que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sacó la transexualidad ─denominada por este organismo “incongruencia de género”─ de la lista de las enfermedades mentales para inscribirla en su clasificación de las disfunciones sexuales. Al perder la categoría de trastorno psicológico y quedarse como un asunto físico, esta condición que, según la OMS, representa entre el 0,3 % y el 0,5 % de la población mundial se definió como «la falta de adecuación del cuerpo al género que siente la persona». Estigmatizada, marginalizada, discriminada e incluso víctima de la violencia que atropella su humanidad ha sido esa minúscula población que, más allá de los debates éticos, morales o filosóficos que pueda generar, es presa de su propia incongruencia cuando se enfrenta a la enorme disyuntiva de ser valorada desde una perspectiva médica o científica. La reciente polémica en Francia por un ginecólogo que se negó a atender a una mujer trans, argumentando que él «se ocupa de mujeres de verdad», es apenas la punta del iceberg.
«No tengo habilidades para cuidar a hombres, incluso si se han afeitado la barba y vienen a decirle a mi secretaria que se han convertido en mujeres», dijo el médico que, seguramente, no es el único profesional de la salud que en la situación descrita encuentra, más que una dificultad, una imposibilidad mayor para ejercer su oficio. El galeno ha sido señalado por transfobia, un problema que podría representar una dificultad aún mayor que la que muy probablemente supone para una persona el hacerle frente al hecho de nacer con un cuerpo que no es coherente con el género al que siente o cree pertenecer. El hecho en mención merece una discusión necesaria frente al papel que desempeña el sector de la salud a la hora de responder asertiva y respetuosamente las necesidades de las personas transexuales, y darle a esta población calidad en el servicio, lo cual se traduce en un trato respetuoso y una atención que no desentienda su condición.
Lo expuesto por el historiador Yuval Noah Harari en una entrevista concedida a finales de 2021 al diario El País (España) bien puede explicar la razón de la resistencia que existe en el mundo contra las personas trans: «La gente es intolerante y muy susceptible cuando se habla de sexo y género, pero creo que, en realidad, sabe de forma subconsciente que este es el primer debate sobre el transhumanismo». Hoy las transexuales van al ginecólogo. El que parecía un debate del futuro ya hace parte de nuestro presente. Ya no es ficción ni utopía, sino realidad.
Por: Catalina Rojano
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