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Los migrantes

El informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), situó a Venezuela en el cuarto lugar dentro de los diez países que en el mundo generan el mayor número de personas en condición de refugio que necesitan protección internacional.
La lista correspondiente a 2022, indica la magnitud de la crisis migratoria en el planeta, al sumar solamente entre ellos más de 30 millones, del total de 110 millones de quienes hoy viven en situación de desplazamiento por exilio forzado.
Desde fines de 2021, el aumento de personas en situación de desplazamiento forzado, dentro o fuera de sus países, se acrecentó en 19,1 millones, en el mayor incremento desde que esa agencia de la ONU empezó a elaborar esos balances, en 1975.
Primero figura Siria (6.5 millones), luego Ucrania
(5.6 millones), en tercer lugar Afganistán (5.6 millones) y Venezuela (5.4 millones), que está por encima de Sudán del Sur (2.2 millones) y Myanmar (1.2 millones).
Este contexto internacional deja la sensación de que realmente hemos estado frente a una situación migratoria de gran impacto, porque justamente ACNUR habla que en las Américas, a finales del año pasado, había 800.600 personas refugiadas y 5.2 millones con necesidad de protección internacional, siendo la mayoría venezolanos.
Y en cuanto a la recepción de aquellos que huyen de sus lugares de origen por guerras, conflictos internos o como en el caso del vecino a raíz de la aguda crisis económica, social y política, Turquía aparece como el que más refugiados acogió en el mundo, con casi 3.6 millones de personas. Le sigue la República Islámica de Irán, con 3.4 millones, y Colombia, con 2.5 millones de migrantes acogidos, todos ellos venezolanos.
Al comparar lo ocurrido con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se encuentra un indicador que permite determinar la proporción poblacional de un país que se convierte en refugiada, encontrándose que la vecina República Bolivariana se encuentra en lo alto de la tabla de medición, de acuerdo con esa agencia de Naciones Unidas.
En el primer puesto se encuentra la inestable Siria con 22.400 por cada 100.000 habitantes. De segundo aparece Sudán del Sur con una medición de 17.300 y luego Venezuela que marca un promedio de 16.000 pobladores que salieron en éxodo por cada 100.000 habitantes.
Lo anterior demuestra que realmente existe un severo impacto de lo ocurrido en la otrora potencia petrolera de esta parte del continente, en donde la producción del crudo cayó a niveles históricos, el salario mínimo ni siquiera alcanza para las necesidades básicas y persisten las severas complicaciones políticas para la recomposición de la democracia.
Agobiados por esas condiciones adversas que los han llevado hasta a aguantar hambre, no tener empleos estables ni contar poder acceder a medicinas y servicios esenciales porque la crítica situación afectó esas posibilidades, los residentes en el país vecino han salido hacia tierras colombianas, peruanas, chilenas, ecuatorianas o se internan en el Darién para buscar el sueño americano en Estados Unidos.
Las cifras siguen mostrando que estamos en una compleja encrucijada desde el punto de vista de la movilidad humana, la cual en Colombia y Norte de Santander hemos ido aprendiendo a manejar mediante acciones de acogida y de inclusión de quienes llegan, bien sea para establecerse aquí o de aquellos que vienen de paso para continuar camino hacia Estados Unidos u otras naciones latinoamericanas.
Lo cierto de todo esto es que la migración llegó para quedarse dentro de nuestras fronteras y debemos acoplarla a nuestra vida diaria sin estigmatizaciones ni complejos, porque en últimas es una oportunidad para vivir bajo un mismo techo como hermanos que somos.
La migración llegó para quedarse dentro de nuestras fronteras y debemos acoplarla a nuestra vida diaria sin estigmatizaciones ni complejos, porque en últimas es una oportunidad para vivir bajo un mismo techo como hermanos que somos.
La opiniòn