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Los Santos Inocentes y la Tragedia de Herodes

Hace más de dos mil años, en la tierra de Judea, un oscuro capítulo se escribió en la historia, dejando una marca indeleble en el calendario: el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes. Este trágico episodio, aunque apenas mencionado en los textos bíblicos, ha perdurado en la tradición latina como una conmemoración solemne y reflexiva.

Nos Transporta a la época del nacimiento de Jesucristo, cuando Herodes el Grande reinaba sobre Judea. Corría el año 4 a.C., y las profecías auguraban la llegada de un nuevo rey. Herodes, temeroso de perder su trono, urdió un plan despiadado para eliminar cualquier amenaza potencial.

El rey, influenciado por la paranoia y la desconfianza, emitió una orden brutal: la ejecución de todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores. Esta masacre, conocida como la Matanza de los Santos Inocentes, tenía un objetivo claro: evitar que el niño recién nacido, Jesús, se convirtiera en el anunciado Rey de Israel.

La matanza perpetrada por Herodes, un acto atroz de crueldad política, se llevó a cabo sin piedad ni discernimiento. Los inocentes, niños que ni siquiera habían tenido la oportunidad de experimentar la plenitud de la vida, fueron arrebatados a sus padres en un intento desesperado de mantener el poder.

El 28 de diciembre, en la tradición latina, se erige como un día de duelo y reflexión, recordando a estos niños sacrificados, los Santos Inocentes. Su muerte, simbolizando la primera ofrenda de vidas por el mensaje de Cristo, trasciende el tiempo y el espacio. En su ignorancia, estos pequeños se convirtieron en los primeros mártires, un sombrío presagio de la tragedia que acechaba al propio Cristo.

La Matanza de los Santos Inocentes también se interpreta como un preludio de la crucifixión de Jesús, la máxima víctima inocente. La muerte de estos niños inocentes se yuxtapone con la de Cristo, ambos sacrificios en el nombre de la redención y la esperanza.

En este día, mientras recordamos la tragedia de los Santos Inocentes, se nos insta a reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la importancia de la justicia y la compasión en un mundo a menudo dominado por el poder y la ambición desmedida. La historia de los Santos Inocentes perdura como un recordatorio sombrío de la vulnerabilidad de la infancia y la necesidad de proteger a los más débiles en tiempos de adversidad.

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