Santo de hoy
Santa Catalina de Alejandría. Patrona de las mujeres solteras.
Santa Catalina de Alejandría fue una mujer valiente virgen dotada de un agudo ingenio y sabiduría. Santa Catalina es la patrona de las mujeres solteras.
Lecturas.
1 Macabeos 6,1-13.
Cuando el rey Antíoco recorría las provincias del interior, se enteró de que en Persia había una ciudad llamada Elima, famosa por sus riquezas en plata y oro, y que su templo era muy rico, pues contenía cascos de oro, corazas y armas dejadas allí por Alejandro, hijo de Filipo, rey de Macedonia, el primer rey de los griegos. Fue, pues, e intentó capturar y saquear la ciudad. Pero no pudo hacerlo, porque su plan fue conocido por los habitantes de la ciudad, que se alzaron en batalla contra él. Así que retrocedió y con gran consternación se retiró de allí para volver a Babilonia. Mientras estaba en Persia, un mensajero le trajo noticias de que los ejércitos enviados a la tierra de Judá habían sido puestos en fuga; que Lisias había ido al principio con un fuerte ejército y había sido rechazado por los hijos de Israel; que se habían hecho fuertes a causa de las armas, los hombres y las abundantes posesiones tomadas de los ejércitos que habían destruido; que habían derribado la Abominación que él había construido sobre el altar en Jerusalén; y que habían rodeado con altos muros tanto el santuario, como lo había sido antes, y su ciudad de Bet-zur. Cuando el rey oyó estas noticias, se llenó de temor y se estremeció mucho. Enfermo de dolor por el fracaso de sus designios, se echó en cama. Allí permaneció muchos días, abrumado por la tristeza, pues sabía que iba a morir. Entonces llamó a todos sus Amigos y les dijo: "El sueño ha desaparecido de mis ojos, pues mi corazón se hunde de ansiedad. Me dije a mí mismo: "¡En qué tribulación me he metido, y en qué torrentes de dolor me encuentro ahora! Sin embargo, fui amable y amado en mi gobierno". Pero ahora recuerdo los males que hice en Jerusalén, cuando me llevé todos los utensilios de oro y plata que había en ella, y sin causa alguna di orden de que fueran destruidos los habitantes de Judá. Sé que por eso me han sobrevenido estos males; y ahora estoy muriendo, con amargo dolor, en tierra extranjera". Palabra de Dios.
Salmo 9
"Señor, me regocijaré en tu salvación". (R)
Te daré gracias, Señor, de todo corazón; contaré todas tus maravillas. Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré alabanzas a tu nombre, Altísimo.
Porque mis enemigos han sido derribados y destruidos ante ti. Tú reprendiste a las naciones y destruiste a los malvados, borraste su nombre para siempre jamás.
Las naciones están hundidas en la fosa que han hecho, en la trampa que pusieron, su pie está atrapado. Porque el necesitado no será siempre olvidado ni perecerá para siempre la esperanza de los afligidos.
Lucas 20,27-40.
En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y, al ser hijos de la resurrección, son hijos de Dios. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivos; porque para Dios todos viven". Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien". Y ya no se atrevían a preguntarle nada. Palabra del Señor.
Reflexión del día:
Jesús invita primero a sus interlocutores, y también a nosotros, a pensar que esta dimensión terrenal en la que vivimos ahora no es la única, sino que hay otra dimensión, ya no sujeta a la muerte, en la que se manifestará plenamente que somos hijos de Dios. Da mucho consuelo y esperanza escuchar esta palabra sencilla y clara de Jesús sobre la vida más allá de la muerte; la necesitamos tanto sobre todo en nuestro tiempo, tan rico en conocimientos sobre el universo, pero tan pobre en sabiduría sobre la vida eterna.
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