Tr
as el innegable éxito de la visita presidencial a USA, en la que las noticias tuvieron más relación con reforma rural para cumplir el acuerdo de paz, lucha común contra el cambio climático y recursos para la conservación de la Amazonía, que con la guerra contra las drogas, la semana que comienza la agenda estará marcada por la reunión sobre Venezuela que contará con la participación de países de la Unión Europea, latinoamericanos y los Estados Unidos. La delegación de USA será del más alto nivel.
No cabe duda, entonces, del papel estratégico que juega Colombia en la actual coyuntura venezolana. Con el cambio de gobierno, pasamos de ser parte del problema en Venezuela a factor clave de la solución, que debe ser, sin lugar a dudas, una transición democrática y pacífica que solo se puede garantizar con elecciones transparentes y garantías reales para todos los sectores políticos.
En la solución de la crisis venezolana no puede excluirse a ningún sector. Los empresarios, las organizaciones sociales, los millones de migrantes, la dispersa oposición y, obvio, el gobierno, deben participar en un acuerdo integral que permita el retorno de la democracia, sin la aniquilación del contrario. Y en el escenario actual es imposible cumplir con ese propósito sin el acompañamiento de la comunidad internacional. Es en ese escenario en el que los ojos de Estados Unidos y la Unión Europea, protagonistas principales de cualquier salida, junto a Rusia y China, voltean sus ojos hacia el liderazgo colombiano. Es evidente que con una frontera activa y dinámica de más de 2.000 kilómetros, Colombia se convierte en una voz autorizada y potente a la hora de encontrar salidas concertadas a la situación. Si hemos sido los principales damnificados de la crisis, seremos los primeros beneficiados de su solución.
Y en el centro de todo este tinglado obviamente se encuentra Estados Unidos. Las sanciones impuestas por las autoridades norteamericanas a Venezuela son muy duras y han producido efectos devastadores sobre la economía venezolana. La administración Biden ha demostrado apertura al diálogo y a la búsqueda de opciones distintas, pero aún no se decide a tomar medidas de alivio a las sanciones, más allá de la licencia reciente a la petrolera Chevron. La feroz oposición a esta flexibilización no solo la encabezan los republicanos de la Florida, sino incluso aliados de Biden como el poderoso Presidente del Comité de Relaciones Exteriores Bob Menéndez, quien encabeza la línea dura en el Congreso contra el régimen venezolano.
La cumbre de Bogotá puede ser, entonces, el escenario ideal para evaluar las distintas alternativas y fortalecer la mesa de gobierno y oposición en México, con la mediación de Noruega. El propósito común debe ser llegar a unas elecciones creíbles para todos, con una robusta verificación internacional. Para cumplir con ese objetivo hay que comenzar a trabajar desde ya en decisiones que permitan el levantamiento de inhabilidades arbitrarias y absurdas que se han impuesto a dirigentes de la oposición venezolana. Y en la medida en que se avanza internamente, Estados Unidos debería comenzar a levantar en forma gradual las sanciones para aliviar el drama humanitario que viven los venezolanos. La situación social es muy dura y solo con acciones concretas de ambos lados se podrá avanzar. Lo otro es quedarnos en las declaraciones habituales de Washington exigiendo el retorno de la democracia en Venezuela, mientras Maduro insiste en el levantamiento de las “criminales sanciones del imperio”. Más democracia en Venezuela y menos sanciones de USA es lo que quiere la inmensa mayoría del pueblo venezolano. Para lograrlo tendrá que garantizarse además la participación de todos los sectores de la oposición venezolana en ese diálogo, que no estarán representados en Bogotá. El retorno de una democracia plena en Venezuela será, además, la mejor noticia para Colombia y permitirá que haya una cooperación más eficiente en el combate a los grupos criminales que operan en la frontera. Ojalá esta sea una semana de buenas noticias para colombianos y venezolanos.
Por: JUAN FERNANDO CRISTO
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